Elegida por su gran fiabilidad, la minigrúa Jekko JF40 se transportó desmontada en helicóptero y se volvió a montar al llegar a la obra en los Apeninos reggianos, para un encargo en un lugar histórico de suma importancia, cerca de un museo que se mantuvo abierto durante toda la duración de las obras.
La razón de tal intervención era que toda la formación rocosa sobre la que descansan los restos del castillo se estaba desmoronando y tendía a caer sobre una capa profunda, con el riesgo de terminar afectando la integridad del lugar. Por lo tanto, para poder anclar en la parte superior los micropilotes que se encargarían de contener las dos capas de roca sólida, era necesario operar en espacios extremadamente estrechos y con el museo abierto. Esto obligaba a minimizar el ruido y el polvo y a mantener un orden adecuado en el lugar de la obra.
La JF40 ha demostrado ser la solución perfecta para estas necesidades, teniendo en cuenta que la máquina también puede funcionar con alimentación eléctrica y con niveles de ruido prácticamente inexistentes.
